SEMAGLUTIDA, EL COSTOSO TRUCO PARA PERDER PESO QUE ENCIENDE LA ALERTAS

Las recomendaciones para adelgazar no son algo nuevo, pero las formas de difundirlas varían con las épocas. Hoy, en redes sociales, los usuarios no solo dan sugerencias, también buscan compañía virtual en “su viaje para perder peso” mientras usan productos que califican de milagrosos. Es el caso de la semaglutida, un fármaco que se hizo popular tras sus múltiples apariciones en TikTok y que es conocido como el truco de Elon Musk y Kim Kardashian para tener un cuerpo un delgado.

La semaglutida es un medicamento diseñado originalmente para pacientes con diabetes tipo 2. Su precursor conduce a un precioso lagarto carnívoro y venenoso: el monstruo de Gila. En la saliva de este animal, además de una toxina potente, hay una sustancia llamada exendina-4, cuyo efecto es similar al péptido humano, llamado péptido-1, parecido, a su vez, al glucagón (GLP-1) que tiene un papel en la regulación del azúcar en la sangre. La investigación de la exendina-4 condujo al desarrollo de una forma sintética de exendina para mejorar la secreción de insulina, lo cual, con el tiempo, derivó en la elaboración de análogos del GLP-1: fármacos para el control glucémico.

¿Cómo funciona la semaglutida?

Un análogo es una molécula que imita a otra hormona, señala Rafael Zubirán, endocrinólogo que trabaja en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, en México.  Los análogos de GLP-1 se han asociado con la reducción de peso, el control de glucosa, la disminución en la progresión de la diabetes y la mejora de sus complicaciones, tales como el hígado graso o la neuropatía.

La semaglutida imita la acción del GLP-1, una hormona que liberan las células L del intestino y colon luego de comer alimentos. Esta hormona estimula la secreción de insulina en el páncreas, lo que genera saciedad al retardar el vaciado del estómago.

En los ensayos clínicos de este fármaco, se observó pérdida de peso en los participantes, quienes también siguieron dietas bajas en calorías y completaron 150 minutos de ejercicio a la semana. Luego de eso, señala Rafael Zubirán, los laboratorios probaron diferentes dosis para encontrar la cantidad necesaria para el efecto de bajar de peso. Se determinó que 2.4 miligramos inyectados daban más beneficios para tal fin. Por supuesto, esta dosis requiere supervisión médica.

El uso para dichos fines es popular en Estados Unidos, pero la moda también se extiende en América Latina. Por ejemplo, en México, Rafael Zubirán notó una alza en pacientes que preguntan por prescripciones de semaglutida para bajar de peso.

¿Para quién es la semaglutida?

Sin embargo, no basta con desear consumirlo para obtener una receta. La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, (FDA, por sus siglas en inglés), aprobó un medicamento con semaglutida de uso semanal para uso exclusivo “en adultos con obesidad o sobrepeso con al menos una afección relacionada con el peso, como hipertensión arterial, diabetes tipo 2 o colesterol elevado, para su uso junto con una dieta baja en calorías y un aumento en la actividad física”. No es para todos.

Zubirán destaca que también se debe considerar que los medicamentos con las dosis diseñadas para diabetes tipo 2 no causan una pérdida significativa de peso. “Si utilizamos semaglutida a 0.5 o  un miligramo por semana, que es básicamente la dosis que usamos para pacientes con diabetes, la pérdida de peso es como del 5 o 6 por cierto. En contraste, si llegamos a la dosis máxima de 2.4 miligramos, estamos esperando un descenso de peso de alrededor de 10 a 16 por ciento del peso corporal”.

En el caso de la semaglutida oral, aunque es de mayor gramaje, la absorción del medicamento no es del 100% como con las inyecciones. Para llegar a su destino final que es el intestino delgado, donde será absorbida, debe sobrevivir a los ácidos gástricos y a las enzimas pancreáticas.

Marcia Hiriart es investigadora en el Instituto de Fisiología Celular de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) desde hace 40 años. Durante los últimos años se ha dedicado al estudio de las únicas células que producen insulina: las betapancreaticas. También investiga la fisiopatología de la obesidad, el síndrome metabólico y el desarrollo de diabetes.

La científica explica que el péptido GLP-1 amplifica la secreción de insulina estimulada por el azúcar al pasar por el intestino. “Estas proteínas van a la sangre, llegan al páncreas y entonces la glucosa que se absorbió aumenta la secreción de insulina. Los péptidos como el GLP-1 potencian esa secreción de insulina”.

Por eso la semaglutida ayuda a controlar el azúcar en la sangre. Según cuenta Hiriart, “promueve que haya un poco más de insulina circulante y esta insulina mete la glucosa a los tejidos”. Si hay insulina suficiente para que la glucosa entre a las células de los músculos y a las células grasas, entonces estarán nutridas.

Hiriart enfatiza que la semaglutida no debe usarse para tratar diabetes tipo 1, porque en ella no existen las células beta que secretan insulina. Se prescribe para la diabetes tipo 2, ya que en esta enfermedad las células beta no funcionan correctamente y es necesario bajar la concentración de glucosa. Al tratar este padecimiento, el fármaco no se usa de forma aislada, sino junto a otros fármacos y cambios en el estilo de vida.

Efectos secundarios y riesgos de la semaglutida

Según la FDA, la seguridad y eficacia del fármaco probado para el control de peso crónico está respaldada por cuatro ensayos que duraron 68 semanas. Tres de ellos fueron aleatorios, doble ciegos y controlados con placebo. Otro más fue de retirada aleatoria, doble ciego y también controlado con placebo, características que permiten eliminar sesgos, tener fiabilidad de resultados y establecer la relación entre un tratamiento y sus efectos.

Uno de los estudios que contó con mayor número de participantes con una edad promedio de 46 años, que no tenían diabetes y pesaban alrededor de 105 kilos, mostró que aquellos que recibieron la dosis inyectada de 2.4 mg, aprobada por la FDA y comercializada como Wegovy, perdieron 12.4 % de su peso corporal.

Los estudios que evaluaron el medicamento no solo se ayudaron a conocer las dosis correcta, sino que también evidenciaron los efectos secundarios del medicamento: diarrea, náuseas, vómito, fatiga, indigestión, mareos, distensión abdominal, gases, gastroenteritis y enfermedad por reflujo gastroesofágico  y, además, el riesgo potencial de tumores de células C de tiroides.

Otras advertencias que brinda la FDA incluyen la inflamación del páncreas, problemas en la vesícula biliar, lesión renal aguda, daño en la retina del ojo, aumento del ritmo cardíaco y comportamientos o pensamientos suicidas.

Hiriart señala la importancia de vigilar cualquier cambio en la tiroides o dolores anormales, ya que la semaglutida estimula las células beta del páncreas, lo cual puede llevar a una mayor división de células y, potencialmente, puede causar otros padecimientos. Según la investigadora, aún es muy pronto para conocer todos los efectos colaterales de este fármaco.

En cuanto al cáncer de tiroides mencionado en relación a la semaglutida, Zubirán explica que se observó su desarrollo en ratas, pero no existen casos documentados en humanos. Con todo, la recomendación es que las personas con una mayor predisposición a esta enfermedad eviten el uso de la semaglutida.

Por otro lado, se requiere un seguimiento de al menos cinco años para observar el funcionamiento de un nuevo fármaco y, como en el caso de la semaglutida, ver qué sucede cuando se destina para un tratamiento distinto para el que fue desarrollado. Durante ese tiempo, se debe informar cualquier efecto adverso que pueda dañar la función del organismo o poner en riesgo la vida. Si esto ocurriera, el medicamento sería retirado del mercado, explica Zubirán. Por el momento eso no ha sucedido con los análogos de GLP-1.

“Alguien que no tiene síndrome metabólico, que no tiene obesidad ni sobrepeso no debe tomar este medicamento ni ningún otro para bajar de peso”, advierte Hiriart.

Rafael Zubirán sugiere que, si se busca bajar de peso, es importante acudir con un médico especialista en endocrinología que tenga experiencia en el tratamiento de esas enfermedades y realice un manejo holístico. “Un médico que te deja el medicamento en la primera consulta no te está haciendo una evaluación adecuada”, señala. Se deben usar primero métodos convencionales, revisar si existe una comorbilidad y, de ser el caso, elegir un fármaco adecuado a sus características, etapa de vida y necesidades. Todo con seguimiento médico.

Las fórmulas mágicas no existen

“A los humanos nos gusta mucho pensar en que hay una cura mágica y que si nos tomamos una pastilla o nos ponemos una inyección ya podemos comer todo lo que queramos en las cantidades que queremos y no hacer ejercicio, ni nada”, platica la doctora Hiriart, pero la realidad, puntualiza, es que necesitamos hábitos que aporten a nuestra salud. Esto es así incluso cuando el objetivo no sea la pérdida de peso.

Una de las razones por las cuales la semaglutida ayuda a la pérdida de peso es porque desacelera el movimiento de la comida a través del estómago, señala Zubirán, lo que provoca que las personas se sientan saciadas. Marcia Hiriart detalla que reduce el apetito de grasas, lo que también puede resultar en disminución del peso.

Hiriart explica que para bajar de peso no se trata de engañar a una parte del cuerpo. Por ejemplo, después de mantener cierto peso durante un tiempo, el hipotálamo ‘marca’ el peso personal y permite un margen muy pequeño para subir o bajar. Además, el metabolismo cambia según las etapas de la vida y, en algunas, es más complicado modificarlo.

Rafael Zubirán señala que el cuerpo humano está hecho para ganar peso. “Antes éramos nómadas, no comíamos tres veces al día”, sino cada vez que se podía cazar o cosechar algún alimento, entonces el cuerpo guardaba nutrientes para hacer frente a las temporadas donde el alimento escaseaba. En la actualidad, con la industria de alimentos, el acceso a alimentos es basto, pero nuestros organismos no se han adaptado a ese tipo de comidas."

Aunque “te hagan una cirugía bariátrica, que básicamente es un corte de intestino para que absorba menos nutrientes, vas a ganar peso si no sigues la dieta” señala el endocrinólogo. Lo mismo sucede con otros tratamientos, “el efecto dura mientras se aplica” y, al suspenderlo, las personas ganan peso; quizá no el peso previo, “pero a lo mejor ganas un 7 o 10 por ciento de lo que perdiste”.

Cualquier plan para perder peso debe ser integral y multidisciplinario. La obesidad suele estar asociada a enfermedades que tienen diferentes orígenes, “dependen del consumo, factores genéticos y diferentes factores endocrinológicos”, agregó el investigador.

Las personas que buscan perder peso necesitan un plan de alimentación diseñado por una persona especializada en nutrición, así como acompañamiento psicológico. "También el ánimo, la depresión y diferentes trastornos mentales pueden alterar el peso”, señala Zubirán.

En relación a este medicamento, “la realidad es que todo tiene que ser personalizado a las comorbilidades del paciente. No es para todos, es solo para pacientes que tienen un índice de masa corporal arriba de 30 que no han bajado cinco por ciento de peso con las intervenciones adecuadas en un lapso de 12 semanas”, explica.

Si una persona tiene un índice de masa corporal arriba de 27 pero presenta una comorbilidad asociada con la obesidad, incluso si no muestra síntomas de la afección, la persona es candidata a recibir un tratamiento.

Marcia Hiriart apunta que estos tratamientos representan un peligro al margen de otras enfermedades. A personas con anorexia, por ejemplo, un tratamiento como la semaglutida puede parecerles fantástico, pero sería dañino.

La descontextualización de los tratamiento con fármacos, el automedicarnos y banalizar su uso nos pone en peligro. La ciencia está ahí para advertirnos.

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