CóMO SANAR AL NIñO INTERIOR HERIDO: LA LLAVE HACIA UNA VIDA MáS CONSCIENTE

Muchos conflictos interiores que experimentamos están relacionados con el niño interior herido que llevamos dentro. El adulto que somos comparte espacio con el niño que fuimos, portador de experiencias, sentimientos y emociones arraigadas en nuestra infancia. Esta interacción sutil entre pasado y presente ejerce una influencia profunda en nuestro comportamiento y bienestar emocional. Reconocer esta estrecha relación es esencial para comprender patrones de comportamiento y reacciones que tenemos en la actualidad.

El concepto del “niño interior” se desprende del pensamiento del psiquiatra y psicólogo Carl Gustav Jung, quien definió el “arquetipo infantil” como una representación de ciertos aspectos “olvidados” de nuestra infancia. Estos aspectos permanecen latentes en nosotros. Algunos de ellos son la capacidad de maravillarnos, de soñar, la creatividad, ingenuidad e inocencia. Otros están relacionados con las experiencias dolorosas que tuvimos en la infancia y que nos causaron heridas emocionales. Son recuerdos de momentos que le causaron dolor y que dieron origen a inseguridades o miedos

Situaciones concretas

El niño interior forma parte de nuestra estructura psíquica, y aunque siempre está presente, hay momentos en los que su presencia se hace más palpable

En su libro El arte de cuidar a tu niño interior: Reencontrarse con uno mismo, el monje budista vietnamita Thich Nhat Hanh describe lo siguiente: “En todos hay un niño que sufre […] Con frecuencia tratamos de olvidar momentos dolorosos para protegernos y defendernos del sufrimiento futuro […] y embutimos nuestros sentimientos y recuerdos en lo más profundo de la mente inconsciente. Puede ser que durante muchas décadas no nos hayamos atrevido a mirar a los ojos de ese niño. Pero solo porque lo hayamos ignorado, no significa que no esté ahí […]”. Esta reflexión nos invita a tomar consciencia de que dentro de cada uno de nosotros reside una parte vulnerable que tendemos a enterrar e ignorar para evitar conectar con ella. Sin embargo, ignorarla no hace que desaparezca.

El niño interior forma parte de nuestra estructura psíquica, y aunque siempre está presente, hay momentos en los que su presencia se hace más palpable. Por ejemplo, podemos experimentar momentos en los que nos damos cuenta de que estamos llorando como niños, sintiéndonos pequeños frente a alguien o enfadándonos a modo de pataleta. Estos episodios nos llevan a experimentar emociones y comportamientos que nos hacen sentir vulnerables o nos impulsan a actuar de manera inmadura e infantil. En tales ocasiones, dejamos de comportarnos como adultos para volver a comportarnos como niños vulnerables.

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En estas situaciones, es probable que nuestro niño interior nos esté recordando algún dolor emocional del pasado que aún no ha sido sanado, instándonos a abordarlo para encontrar alivio. Sanar este dolor requiere de un proceso, tiempo y, a menudo, de ayuda psicoterapéutica. El objetivo es aprender a establecer una relación de ayuda y cuidado con él.

Carl Rogers, padre de la psicología humanista, definió el concepto de relación de ayuda como “una relación intensa hecha de aceptación, de respeto y de empatía. Se persigue que la persona ayudada entre en contacto con sus propios sentimientos, pueda expresarlos y ganar confianza en sí misma”. En el caso que nos atañe, la relación de ayuda la establecemos con nuestro niño interior herido quien es ayudado por el adulto consciente que somos.

Soluciones

Curar este dolor requiere de un proceso, de tiempo y, a menudo, de buscar ayuda psicoterapéutica. El objetivo es establecer una relación de ayuda y cuidado con él

Como cualquier niño vulnerable, anhela ser escuchado, valorado, comprendido y validado. Gradualmente, cultivamos un diálogo interior en el que permitimos que se exprese, brindándole atención y comprensión. En momentos de activación emocional, podemos recurrir a preguntas que fomenten este diálogo: ¿Cómo te sientes? ¿Qué recuerdos o experiencias te han llevado a sentir así? La finalidad es generar un espacio para que exprese su sentir acogiéndolo desde la curiosidad y el interés genuino.

Buscar una foto de cuando éramos pequeños y visualizarla también puede facilitar el diálogo porque resulta menos difícil dirigirse a alguien cuando le ponemos cara. Las fotos son conectoras de sentimientos y sensaciones, transportándonos al pasado y trayendo a la memoria lo que experimentamos en aquellos momentos.

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Otro recurso útil para iniciar un diálogo es la escritura. Al plasmar en palabras lo que siente en un momento dado, otorgamos cuerpo a las emociones y las hacemos tangibles. El mero acto de escribir es liberador y terapéutico, proporcionándonos claridad y ayudándonos a ser conscientes. Además, brinda una estructura y un orden a los sentimientos. La escritura puede adoptar la forma de una carta dirigida a nuestro niño interior o simplemente poner palabras a los sentimientos.

En esencia, el objetivo es establecer una conexión emocional con el niño que llevamos dentro, permitiendo que sus sentimientos y emociones emerjan. No obstante, es importante destacar que no siempre será fácil conectarse al niño interior y esto puede generar resistencias en algunos casos. Es válido reconocer que no todas las personas sentirán la necesidad o estarán receptivas a explorar esta conexión.

Fórmulas

Buscar una foto de cuando éramos pequeños y la escritura son buenos instrumentos para entablar un diálogo con el niño interior

A medida que nos embarcamos en el proceso de sanación del niño interior empezamos a experimentar una serie de beneficios transformadores. Entre ellos, nos volvemos menos reactivos, más reflexivos y conscientes de nosotros mismos. Si bien el niño no desaparece, su dolor se desvanece dejando espacio a la creatividad, la inocencia y la espontaneidad. Sanarlo nos permite vivir con mayor espontaneidad y alegría nuestro día a día. Además, fortalece nuestra capacidad para afrontar las situaciones cotidianas desde la perspectiva del adulto consciente en lugar de dejarnos llevar por las reacciones emocionales del niño.

En resumen, sanarlo nos brinda la oportunidad de vivir una vida más consciente, liberándonos del peso de sus heridas y permitiéndonos abrazar el presente con amor y compasión hacia nosotros mismos.

María Rufino es Doctora en Psicología

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