¿Dormís bien? Muchas personas responden a esta pregunta con un recuento de las horas que pasan dormidas, idealmente ocho, o en el caso de que se quejen de su sueño, responderán que solo cuatro o cinco. Sin embargo, aunque dormir suficientes horas está relacionado con un mejor descanso, no siempre pasar más tiempo en la cama garantiza que consigamos un sueño de calidad.
Nuestro sueño nocturno se divide en ciclos de unos 90 minutos aproximadamente. En cada uno de esos ciclos, nuestro cerebro pasa por diferentes fases:
La doctora Mª Fernanda Troncoso, responsable de la Unidad Multidisciplinar de Sueño de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid y secretaria de la Sociedad Española del Sueño explica que “todas las fases de sueños son importantes para tener un sueño de calidad. Si restringimos el tiempo en cama porque nos acostamos más tarde por ver una serie en Netflix o porque estamos pendientes del teléfono móvil, o porque estamos chateando, disminuirá sobre todo el sueño profundo”.
Cuando nos levantamos de la cama con fatiga o confusión mental, a pesar de haber dormido suficientes horas, es muy probable que no hayamos tenido suficiente sueño profundo durante la noche. Durante el sueño profundo se liberan hormonas como la hormona del crecimiento humano, esencial para el desarrollo y la regeneración de tejidos. Esto quiere decir que, aunque hagamos ejercicio diligentemente en el gimnasio, sin sueño profundo nuestros músculos no crecerán ni se fortalecerán suficientemente.
Si restringimos el tiempo en cama porque nos acostamos más tarde por ver una serie en Netflix o porque estamos pendientes del teléfono móvil, o porque estamos chateando, disminuirá sobre todo el sueño profundo
No solo se trata de los músculos, ya que cualquier tejido que se deba regenerar durante la noche se verá afectado por la falta de sueño profundo. El ejemplo más evidente es la piel: una mala calidad del sueño hace que disminuya la hidratación, la elasticidad y, por tanto, aumenten las arrugas y la piel pierda brillo. Otro tanto ocurre con los huesos. En los trabajadores nocturnos, que tienen menos sueño profundo, se observó una menor densidad ósea y mayor riesgo de osteoporosis.
Por si fuera poco, no conseguir suficiente sueño profundo puede afectar gravemente al cerebro. Esta fase del sueño tiene un papel vital en la consolidación de la memoria y en el procesamiento cognitivo, facilitando la transferencia de información del hipocampo, donde reside la memoria a corto plazo, a regiones más estables del cerebro para el almacenamiento a largo plazo. En otras palabras, necesitamos el sueño profundo para recordar lo que aprendemos.
La importancia del sueño profundo se ve también en su impacto en la salud mental. Se ha visto que tener menos sueño profundo está asociado a un mayor riesgo de depresión y que, al contrario, al aumentar el sueño profundo mejora los síntomas de ansiedad.
El sueño profundo también es fundamental para la regulación de funciones metabólicas, incluyendo la regulación del azúcar en la sangre y el apetito, y cuando falta, aumenta el riesgo de padecer obesidad y diabetes tipo 2.
¿Qué nos quita el sueño profundo y empeora nuestra salud física y mental? La doctora Troncoso explica que “la arquitectura de sueño cambia según la edad, el sueño profundo predomina más en los niños. En cambio, cuando ya somos adultos y ancianos, el sueño se hace mucho más superficial y se fragmenta más, sin necesariamente ser un sueño de poca calidad”.
Estos son algunos de los factores más habituales que influyen en la falta de sueño profundo:
Cuando observamos en una prueba de sueño que hay poco sueño profundo, menos del 20% de la noche, y hay más despertares y el sueño es superficial, la mayoría de las veces estamos ante un trastorno del sueño
La doctora Troncoso explica que “cuando observamos en una prueba de sueño que hay poco sueño profundo, menos del 20% de la noche, y hay más despertares y el sueño es superficial, la mayoría de las veces estamos ante un trastorno del sueño”.
Uno de los más prevalentes es la apnea obstructiva del sueño. “Son episodios de falta de aire porque se cierra la vía superior a nivel de la garganta. Esto genera faltas de oxígeno en la sangre que provocan despertares para poder activar los músculos y volver abrir la vía aérea superior y respirar”. También hay determinados fármacos o patologías de dolor crónico que pueden hacer disminuir el sueño profundo.
Una falta de sueño profundo debe diagnosticarse debidamente mediante un análisis en una clínica de sueño, y un especialista es en última instancia quien determinará cuál es la causa. La doctora Troncoso recomienda como primera medida respetar las horas de sueño y, sobre todo, la higiene de sueño. “Es importante respetar la hora de levantarnos, dormir las horas que nuestro cuerpo nos pida, exponernos a la luz del sol, hacer ejercicio físico a media mañana o a media tarde, cenar ligero, relajarse antes de ir a dormir y preparar durante el día el sueño nocturno”.
Hay prácticas cotidianas que pueden ayudarnos a aumentar la cantidad de sueño de ondas lentas en nuestro descanso nocturno:
Como en otros trastornos, es importante ponerse en manos de profesionales de la salud. Aunque las pulseras de actividad y los relojes inteligentes pueden medir las fases del sueño de forma aproximada, estas medidas son poco fiables, y en ocasiones pueden hacer que nos preocupemos innecesariamente, lo que a su vez puede afectar a la calidad del sueño. La prueba definitiva para saber cuánto sueño profundo tenemos por la noche es un polisomnograma, una prueba que es necesario hacer en un entorno clínico, y que nos dará acceso a la respuesta y, en caso de ser necesario, el tratamiento adecuado.
Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.
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