Tras una noche de fiesta, algunos se despiertan renovados, mientras que a otros les cuesta superarlo, agotados por la resaca. Si bien la cantidad de alcohol consumido influye, la ciencia revela que nuestra personalidad y comportamiento también influyen en la severidad de estas mañanas difíciles.
Considerada durante mucho tiempo una simple molestia después de una fiesta, la resaca ahora es reconocida como un trastorno médico por la Organización Mundial de la Salud . Abarca síntomas físicos (dolores de cabeza, fatiga, náuseas), cognitivos (problemas de memoria, irritabilidad) y biológicos (desequilibrios electrolíticos, inflamación). Estas manifestaciones están relacionadas con mecanismos complejos: una caída repentina del nivel de alcohol, alteración del ritmo circadiano, estrés oxidativo y alteraciones de neurotransmisores como la dopamina.
Las reacciones individuales al alcohol varían considerablemente. Las investigaciones demuestran que los adultos jóvenes, las personas impulsivas o que buscan emociones fuertes, y quienes beben rápidamente o en grandes cantidades, son más propensos a experimentar consecuencias graves. Las mujeres, las personas con bajo peso o quienes beben con el estómago vacío también son más vulnerables a sufrir síntomas graves. Otros factores, como la genética, el estado de hidratación y la calidad del sueño, influyen decisivamente en la gravedad de la resaca.
Para algunas personas, especialmente los jóvenes y aquellos con tendencias impulsivas, las resacas frecuentes no tienen ningún efecto disuasorio. Incluso pueden predecir un mayor riesgo de adicción a largo plazo. Esta paradoja se explica por una baja sensibilidad a los efectos negativos, combinada con una trivialización de la experiencia. Peor aún, aliviar la resaca bebiendo más alcohol puede crear un peligroso círculo vicioso.
Por lo tanto, la frecuencia e intensidad de las resacas pueden servir como señal de alerta. Revelan no solo hábitos de consumo arriesgados, sino también una relación con el alcohol influenciada por la personalidad, el comportamiento y el entorno social. Conocerse mejor a uno mismo también ayuda a prevenir los días difíciles.