Científicos encontraron que sustituir 50 gramos de carne procesada por la misma porción de frutos secos reduce en 27% la incidencia general de enfermedades cardiovasculares. Esta fue una de las conclusiones más destacadas de una revisión sistemática realizada a 37 investigaciones sustentadas en 24 ensayos clínicos de Medline, Embase y Web of Science, hasta marzo de 2023.
Los estudios explican la relación entre los hábitos alimenticios, el desarrollo de enfermedades crónicas y los índices de mortalidad. El nuevo trabajo fue dirigido por Manuela Neuenschwander, doctora del Centro de Investigación en Diabetes (DDC, por sus siglas en inglés) en la Universidad de Heinrich Heine. Fue publicado en la revista BMC Medicine.
Los investigadores hallaron una asociación “moderada” en la reducción del riesgo para padecer enfermedades cardiovasculares (ECV) al sustituir la carne procesada por frutos secos, legumbres y cereales integrales. "Encontramos un riesgo moderado para una relación inversa en la incidencia de diabetes tipo II al reemplazar la carne roja por cereales y granos integrales”, explican. Suplir productos cárnicos procesados por legumbres también se vinculó con una reducción de 23% en las ECV.
Sabrina Schlesinger, autora del estudio y doctora en el DDC, aclaró que “esto no significa necesariamente eliminar todos los productos animales de la dieta”. La recomendación es limitar su consumo. La revisión encontró que no todos los alimentos de origen animal tienen los mismos efectos en la salud. El reemplazo de pescado, mariscos o carne de aves por nueces o leguminosas no reduce el riesgo de ECV de forma evidente. Tampoco se encontraron asociaciones claras al suplir lácteos por sustitutos de soya, almendra o similares.
Diversas investigaciones advierten que los hábitos de alimentación que favorecen las carnes rojas y procesadas implican un mayor consumo de grasas saturadas y sal. Ambos componentes tienen una relación directa con el incremento de riesgo cardiovascular, en especial, con la dislipemia y la hipertensión.
En los últimos años, el consumo de carne ha crecido casi en todo el mundo. Estimaciones de Statista indican que en 2022 la ingesta mundial de productos cárnicos de origen animal superó en más del doble a la registrada en 1990. Alcanzó los 333 millones de toneladas métricas. La carne procedente de las aves es la que más aumentó en el periodo. No obstante, la de res, cerdo y ternera concentran la mayor parte del consumo.
Tendencia similar es visible en el caso de los productos procesados. Ante una situación económica presionada por la inflación, los alimentos altos en grasa, sodio y conservadores resultan atractivos. Su caducidad extendida les permite resistir el aumento de precios. Un estudio del Overseas Research Institute encontró que el precio de los alimentos saludables se ha incrementado más que el de los alimentos procesados durante las últimas tres décadas.
El III Informe del Observatorio La Rábida de Desarrollo Sostenible y Cambio Climático sostiene que, por ejemplo, “los sistemas alimentarios iberoamericanos dejaron de ser tradicionales —con cadenas cortas de producción y consumo— para pasar a ser modernos, con una mayor cantidad de alimentos procesados, que viajan una media de 3,000 kilómetros y que son almacenados, refrigerados y vendidos en grandes comercios”.
El costo para acceder a una dieta saludable se incrementó a nivel mundial tras la pandemia de coronavirus, cuando la economía y la capacidad de distribución de alimentos en muchos países colapsó. Asia fue el continente más afectado por la situación, con un incremento de 4% en el costo de una dieta sana, seguido por Oceanía (3.6%) y Latinoamérica y el Caribe (3.4%), según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.