El caldo de pollo ha sido reconocido durante mucho tiempo como un remedio casero para una variedad de dolencias. Con frecuencia se le atribuye la capacidad de aliviar los síntomas del resfriado común, pero su poder curativo más allá.
Investigaciones realizadas por la Universidad de Nebraska sugieren que puede reducir considerablemente la inflamación crónica, disminuyendo el dolor de articulaciones y fortaleciendo el sistema inmunológico.
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El valor terapéutico del caldo de pollo se fundamenta en los nutrientes liberados durante su lenta cocción de huesos y cartílagos. Estos elementos clave abarcan:
Además, el caldo de pollo contiene sustancias antimicrobianas que combaten infecciones bacterianas y virales, reduciendo el riesgo de enfermedades.
La combinación de estos compuestos genera un efecto sinérgico que reduce la inflamación, alivia el dolor articular y fortalece el sistema inmunológico.
Hacer un caldo de pollo casero es fácil y económico. Simplemente sigue estos pasos:
Lavar y preparar los ingredientes. Lava bien la carcasa o los huesos de pollo. Pela y trocea las cebollas, zanahorias, puerro y apio.
Cocinar los ingredientes. En una olla grande, coloca la carcasa o los huesos de pollo, las verduras y las hierbas aromáticas. Cubre con agua fría y lleva a ebullición a fuego alto.
Desespumar. Una vez que hierva, reduce y retira la espuma que se forma en la superficie con una espumadera.
Cocción a fuego lento. Cocina el caldo a fuego lento durante 2-3 horas, o hasta que las verduras estén blandas.
Colar y sazonar. Retira la olla del fuego y deja enfriar un poco. Cuela el caldo con un colador fino para eliminar los sólidos. Sazona con sal y pimienta.
Conservación. Puedes conservar el caldo en la nevera durante 3-4 días o congelarlo en porciones.